Cuando era pequeña tenía la tonta costumbre de subirme a los columpios y caerme de ellos, siempre salía ilesa hasta que un día caí y me despelleje la rodilla. Me pasaba el día llorando mientras que la miraba recordando como tontamente había caído, repasando y pensando que si quizás hubiera tenido más cuidado no me hubiera pasado. La miraba continuamente, cada 2 minutos y siempre la veía igual, incluso pasaban los días y la herida seguía ahí recordándome el dolor. Un día mi padre cansado de verme llorar se acerco y me dijo:

-Si estas triste la herida tardara más en curar.

Al oír eso empecé a volver a jugar, a divertirme, a sonreír, hasta que un día me mire y la herida había desaparecido completamente.

En aquel momento me pareció una tontería pero con el paso del tiempo comprendí que mi padre no solo hablaba de heridas físicas, si no de todas.

2 comentarios:

  1. Ese final lo iba pensando conforme iba leyendo tu entrada. Me alegra haber acertado :)

    ¡Besos! Y espero que no tengas muchas heridas por curar...

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  2. Supongo que era muy previsible.
    No tranquila, ademas de los errores se aprende y el dolor nos hace fuertes :)
    Un beso!

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