Todo lo que podríamos haber sido tú y yo si no fuéramos tú y yo


Quizá el mundo iría mejor si contásemos nuestros sueños eróticos a los que han sido protagonistas de ellos.


Decía que los puntos finales facilitan la vida a la gente. Los puntos aparte y suspensivos incrementan la inteligencia.


Ese amor no deseado, ese deseo no correspondido, es un gran regalo que te hacen.

No se puede confiar en los que no dicen “lo siento” o “perdón”.


El amor y el sexo son tan extraños que, seguramente, los extraños tienen la clave de lo que se debe hacer.


Siempre acabamos apreciando lo que perdemos.


Recuerdo que mucha gente pensó que todos los que dejasen de dormir venderían su cama. No pasó; la cama aún tenía muchas funciones en la vida de esa gente: amar, tener sexo, descansar con los ojos abiertos, tumbarse, vivir… Se vendieron más camas que nunca.


Ella siempre me hablaba de los grosores del silencio, que eran evidentes en los teatros.

Me los mostró muchas veces en directo desde la última butaca de numerosos teatros.

Había silencios de dos centímetros que equivalían a atención sin pasión.

Otros más gruesos; silencios que rondaban los cuarenta centímetros, que son los que perforan al intérprete y hacen que sienta la magia del teatro en toda su plenitud.

Y finalmente los de noventa y nueve centímetros. Ésos son tan esplendorosos como una triple risa al unísono de todos los espectadores. Resuena, se escucha, se vive y se siente. Es la pérdida de conciencia total del espectador, justo cuando olvida cualquier problema personal y su cerebro deja de emitir el sonido de la preocupación; eso es lo que hace que el silencio sea supremo. Dejar de pensar lo silencia todo.


Nunca se sabe qué encontrará uno tras una puerta. Quizá en eso consiste la vida: en girar pomos.


La gente olvida que debe pedir caricias y besos. No pienses nunca que ése es el coto de tu pareja del momento. Ojalá entendieras que hay que despenalizar acciones que se relacionan con el sexo.

Una caricia, un beso, solicitar el calor de una mano en el ombligo no deben ir acompañados con el sentimiento de que eso provocará o derivará en sexo.

Un abrazo no debe ser de diez segundos, ni de treinta, puede durar ocho minutos si es necesario. Acariciar un cuerpo no debe suponer siempre sexo. Debes apreciar la caricia como parte de tu vida. Despenalizarla de tu vida.

Al igual que ríes del chiste de alguien y aceptas que sus palabras generan en ti un sentimiento de felicidad, tampoco debes temer decirle alguien que su piel, sus ojos, su boca te generan otro sentimiento. Hay que despenalizar acciones del sexo, llevarlas a la vida real, a la cotidianidad, y jamás enlazarlos con el sexo sino con el vivir.


Albert Espinosa

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