Aquel beso, a diferencia de todos los otros , llenaría sus pulmones de vida. Ella suspiraría en una momentánea confusión, pero se daría cuenta de lo que él estaba haciendo. Ella sentiría que él le estaba insuflando vida. Notaría la intensidad de su amor por ella y, con una desbordante pasión que lo sorprendería, empezaría a besarlo también.
Él se inclinó más, su cara se iba acercando lentamente a la de ella y podía notar el calor de su aliento mezclándose con el de él. Cerró los ojos frente al recuerdo de miles de besos más y rozó sus labios de con los suyos. Notó una especie de chispa y, de repente sintió que ella respondía lentamente al estímulo. Ella era su brazo de apoyo en lo momentos de apuro, ella era el susurro en la almohada a su lado por las noches. Pensó que el hechizo estaba surtiendo efecto, sí, estaba funcionando..., y mientras el corazón le empezaba a latir aceleradamente en el pecho, finalmente se dio cuenta de que nada había cambiado.
Al retirarse, sólo le quedaron ánimos para trazar suavemente el contorno de su mejilla con un dedo. Con la voz entrecortada y ronca, apenas acertó a susurrar:

-Adiós, amor mío.

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